

Paco y Manolo son una de esas esculturas. Salen a escena junto con tres hombres más, abriéndose paso entre el bosque de cuerpos femeninos que extienden sus ramas, mostrando sus frutos veinteañeros. Ellos no las vuelven a ver ni las escuchan, como si estuvieran cruzando un mar desconocido habitado por sirenas tentadoramente peligrosas. Las multitudes femeninas pueden ser atemorizantes y, en este trabajo, se trata de jugar con ellas en el teatro del desenfado, de fingir por unos instantes que todo está carnavalescamente permitido.
Los gritos cruzan fugazmente el local, mientras Paco y Manolo bailan quitándose el disfraz de vaqueros que han escogido para jugar esta noche. Cada vez que te miro, se me para... mi corazón, se me para...canta el grupo mexicano Molotov, desde los parlantes vencidos en la batalla sónica contra las voces femeninas que gritan “ricos” con toda la energía de un momento de evasión.
Ellos bailan, bailan y bailan, y se desnudan, se desnudan, se desnudan. Durante esos momentos, lo único que piensan es en jugar a ser tentadores, el cual le resulta un juego muy divertido, todo hay que decirlo. Resulta interesante observar lo fácil que es lograr la seducción en masa, observar cómo las mujeres pueden dejar de lado sus pieles injertadas socialmente de “date a desear, sé virgen hasta el matrimonio, siéntate con las piernas cerradas”.
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