domingo, 7 de septiembre de 2014

73.000 km de lecciones de manejo (3ra parte)

Esta es una continuación de 73.000 km de lecciones de manejo (1ra parte), (2da parte)

42km: 50 minutos en carro, seco, o 2.5 horas en bus, mojado.

La segunda experiencia ocurrió a no más de un mes y medio de haberme iniciado en el mundo laboral, en ese entonces del 2011 trabajaba en San Rafael de Escazú.  De Grecia a ese lugar no existe una ruta de bus, el sistema de transporte público en Costa Rica está diseñado para los residentes del GAM bajo la premisa: todo está en San José, por ende si usted tiene que ir de A a B, aunque la ruta más corta involucra no pasar por San José igual el viaje de A a B incluirá como escala la ciudad capital.

Esto no es problema usualmente, lo es cuando otros factores se suman a la ecuación.

Un miércoles muy lluvioso de septiembre terminó por desbordar, cual María Aguilar, todos mis criterios negativos sobre el transporte público. La ruta Escazú - San José la cubre una misma empresa de buses pero con dos recorridos finales una vez que llega a San José: uno termina en el parque de la Merced y el otro en la Terminal de buses La Coca-Cola (entiendo que ese nombre viene de la antigua fábrica de esa bebida que estuvo ahí en algún momento)

Justo a la vuelta de la esquina está la terminal de buses San José - Grecia, donde haría escala final hacia mi destino, pero el primer paso es llegar ahí.

A las 3:30pm ya había salido de mi jornada laboral y como era usual me fui hacia la parada de buses a pocos 450mts de donde estaba mi trabajo. Cuando salí, el cielo advertía un literal baldazo pero en ese entonces apenas una leve lluvia molestaba lo suficientemente como para sacar el paraguas.  En pocos minutos eso cambiaría.

Una vez en la "parada de bus" (entiéndase un rótulo con esa leyenda,  en plena acera y sin nada más)  por techo lo único que se asemejaba era un par de cipreses que lejos de dar comodidad prometían una segura muerte por electrocución cuando empezara la tormenta eléctrica.

Por dicha no fue así,  pero el baldazo y el ventolero fue tal que tener paraguas simplemente no aportaba nada,  hubiera dado igual tirarme en una piscina  que esperar el bus.

Ya faltaba poco, los 4 gatos que estábamos en la parada veíamos el bus acercarse y estábamos listos para abordarlo y que terminara la hidroterapia que teníamos unos 15 minutos de estar recibiendo sin costo adicional.

Se abre la puerta y entre empujones y majones entramos a como diera lugar en el bus que ya no traía espacio disponible, incluso el pasillo estaba abarrotado de otros viajeros.
-Hagaseme pa'atrás por favor,  doble filita por favor ahí atrás...
Me pregunto si el chofer simplemente repetía eso cada vez que la fila de personas llegaban al frente de la cabina sin dar espacio suficiente para que pudiera cobrar.

¿¡A donde pretendía que nos metiéramos!? ¿Más atrás? ¡No hay más atrás! una lata de sardinas era un piropo, uno escurriendo agua por todos lados y un vaho tibio que circulaba dentro del bus por culpa de las ventanas cerradas y la sobre población de pasajeros,  pero no se podían abrir!! Hacerlo sólo permitiría más agua en la ya permeada cabina.

Ya el bus circulando me dí cuenta de algo trágico, entre todo lo concurrido del incidente olvidé verificar con el chofer para cual parada final iba,  si al parque de la Merced o a la Coca-Cola.  La otra forma era prestar atención algún rótulo al frente del bus pero la lluvia era tal que no lo logré. Lo único que esperaba era que ese bus llegara a la Coca-Cola.



Podrán imaginarse que no fue así, de lo contrario esta hubiera sido una anécdota muy monótona. El bus hizo su última parada a un costado del Hospital San Juan de Dios, lo que involucró que en media lluvia torrencial caminara unos 700 metros. Ya no me iba a mojar más, simplemente imposible dado que ya antes en la parada me había mojado lo suficiente como para inflarme como uno de esos dinosaurios de juguete que crecen cuando se dejan en agua.

Luego de haber cruzado la avenida central y caminar hasta la parada de Grecia llegué solo para darme cuenta que el bus se había ido hace escasos 5 minutos y el próximo saldría en unos 25. Al menos esta parada sí tenia techo y asientos por lo que la espera se hizo ligeramente más llevadera, a pesar que estaba empapado. 

-₡100 por usar el baño muchacho. Ah sí, por usar el baño tengo que pagar... como si ser usuario de la línea de buses no fuera suficiente, (la tarifa en aquel entonces SJ-Grecia estaba como en ₡850). Terminé pagando a regañadientes pues la lluvia y la ropa empapada no colaboraba con la vejiga a punto de colapsar.

Ya el bus había abierto las puertas y todos los que esperaban pasaron adentro. Lo único que me separaba de ropas secas y alguna bebida caliente para compensar la inminente gripe eran 44km que se tradujeron en hora y media debido a la congestión vehicular.

Ya en Grecia, y luego de tolerar un viaje animado por un DJ que decidió poner Reggaeton con el altavoz del teléfono estaba a 600 mts de mi casa, pero la lluvia continuaba. -Taxi! Le grité al chofer al otro lado de la calle, me esperó y aborde el carro. Le dí las indicaciones de la dirección y me hace mala cara porque es "una carrera muy corta". A mí que me importa si son 100mts! la tarifa mínima es un kilómetro igual se lo voy a tener que pagar! Ahora quien estaba a regañadientes era el taxista, pero francamente poco me importaba, está dando un servicio concesionado por el estado y tiene que brindarlo sean 20km o 600mts.

Al fin había llegado a mi casa. 

sábado, 6 de septiembre de 2014

73.000 km de lecciones de manejo (2da parte)

Esta es una continuación de 73.000 km de lecciones de manejo (1ra parte)

Pollitos y pollo frito: ¡pasame una tortillita!

Muy equivocado estaba, cuán equivocado estaba... El bus en efecto iba a plena capacidad: varios niños y madres, nietas y abuelos, un grupo de colegiales,  jóvenes estudiantes regresando de la universidad y trabajadores a punto de finalizar su jornada. ¿Qué tiene de raro esto? Bueno lo que tiene de raro es que aquí encontré el primer y más grave problema del sistema de transporte público y que luego se reflejará en general en el caos del sistema vial de Costa Rica: el costarricense es desconsiderado con los demás.

No estoy hablando de cortesía (señora le cedo mi asiento), de modales (un buenos días al chofer del bus al pagar la tarifa de viaje), hablo de cómo las acciones de las  personas intencionalmente o no afectan a los que lo rodean.

En el bus que viajaba tenía una configuración de: tres asientos, pasillo, dos asientos. Por espacio tuve que sentarme en el asiento del grupo de tres que está justo al lado del pasillo. Yo había notado desde un principio que quienes estaban delante en la fila de abordaje era una familia. Los primeros 10 minutos transcurrieron normalmente hasta que quien creo era la madre de los dos niños al otro lado del pasillo decidió hacer pic-nic en el bus, un jugoso olor a pollo frito empezó a inundar la cabina del bus cuando abrió una bolsa de plástico con aquel festín. Aparte del incómodo olor y lo desagradable de la escena en la que a la señora le corría literalmente gotas de aceite hasta los codos, todo empezó a empeorar aún más cuando inició la repartición del suculento manjar a otros miembros de la familia, ¡en el extremo opuesto del bus! En un momento incluso uno de los niños le dijo a la señora: -Pasame una tortillita, porfa.

Como si no fuera suficiente, del grupo de adolescentes uno había sacado su celular y reproducía música a todo volumen, molestando principalmente a quienes iban iban cerca de los últimos asientos al fondo, donde ellos estaban.

Hubiera preferido dejar la anécdota hasta aquí, pero no, no puedo porque a 15 minutos de llegar a mi destino un señor mayor que hacía un par de paradas atrás se había montado en el bus con una pequeña caja de cartón de esas que hay en Palí para empacar las compras, pero en lugar de abarrotes llevaba pollitos, ¡pollitos vivos! como los del anuncio del INS, solo que estos pollos se le escaparon al pobre señor e iba gateando en el pasillo persiguiéndolos...

Sé que parece como un cuento... pero sí ocurrió. El problema de toda la experiencia ese día en el bus es que  me di cuenta que los costarricenses no cuantificamos si estamos perturbando a la persona del al lado, y aunque parezca minúsculo todo mi periplo en el autobús resume muy bien otros comportamientos que se pueden observar fácilmente en el día a día, y así también en las calles, pero ya escribiré de eso más adelante. Lo grave de ser desconsiderados es que pasamos de una u otra forma por encima del espacio personal de los demás y desconocemos si la otra u otras personas tuvieron un mal día, tienen algún problema o simplemente están cansados y quieren llegar pronto a casa a descansar.

Continúa en 42km: 50 minutos en carro, seco, o 2.5 horas en bus, mojado.

viernes, 5 de septiembre de 2014

73.000 km de lecciones de manejo (1ra parte)

Ayer renové mi licencia de conducir. En dos días se cumplirán 3 años desde que obtuve mi licencia B1, pese al universo que conspiraba para que no lo hiciera.
Durante este (corto) tiempo he podido comprender mejor desde el asiento del conductor los problemas en las carreteras, de la inoperante capacidad del gobierno de Costa Rica por coordinar esfuerzos, la improvisada participación de los diputados en creación de leyes, la ineficacia de órganos estatales (MOPT, COSEVI y CONAVI) encargados supuestamente por la seguridad y conservación vial, y finalmente por supuesto, de la actitud de los conductores particulares, choferes de servicios públicos y peatones.

¿De quién es la culpa? ¿Por qué estamos así? ¿Hay alguna solución al corto plazo?

En poco más de los 73 mil kilómetros recorridos desde el 2011 he podido encontrar algunas respuestas, pero para encontrar soluciones tendré que seguir manejando por un buen tiempo más antes de dar con muchas de ellas.

Independencia y comodidad

Mi motivación para obtener la licencia no fue más que por motivos prácticos: -Hoy hace un buen día ¡Vamos de paseo! Qué ganas de comer fuera de la casa. Quiero movilizarme sin  depender de otros. -Pensaba entonces. Y sí, en efecto, tener licencia le otorga a uno ciertos beneficios, pero tiene un costo mucho mayor que el mero aspecto económico de los trámites para obtener los permisos y todo lo que conlleva (dictámenes, exámenes de sangre, costos bancarios).

Dos experiencias con el sistema de transporte público fueron vinculantes para impulsarme a seguir con los requisitos para solicitar la licencia, dado que en el primer intento en el 2008 desistí luego de ganar la prueba teórica de manejo y enterarme que las citas para el examen práctico estaban agotadas desde hace varios meses. La primera se remonta a poco más de cuatro años atrás cuando viajaba en bus desde Alajuela a Grecia por la ruta 118, mejor conocida como calle vieja. Al viajar en bus uno tiene que tener presente que de una forma u otra tendrá que lidiar con pasajeros, espacio limitado y otras particularidades. Lo había comprendido, y no era problema, ya incontables veces lo había hecho y no sería novedad utilizar un día más el bus.