Ayer renové mi licencia de conducir. En dos días se cumplirán 3 años desde que obtuve mi licencia B1, pese al universo que conspiraba para que no lo hiciera.
Durante este (corto) tiempo he podido comprender mejor desde el asiento del conductor los problemas en las carreteras, de la inoperante capacidad del gobierno de Costa Rica por coordinar esfuerzos, la improvisada participación de los diputados en creación de leyes, la ineficacia de órganos estatales (MOPT, COSEVI y CONAVI) encargados supuestamente por la seguridad y conservación vial, y finalmente por supuesto, de la actitud de los conductores particulares, choferes de servicios públicos y peatones.
¿De quién es la culpa? ¿Por qué estamos así? ¿Hay alguna solución al corto plazo?
En poco más de los 73 mil kilómetros recorridos desde el 2011 he podido encontrar algunas respuestas, pero para encontrar soluciones tendré que seguir manejando por un buen tiempo más antes de dar con muchas de ellas.
Independencia y comodidad
Mi motivación para obtener la licencia no fue más que por motivos prácticos: -Hoy hace un buen día ¡Vamos de paseo! Qué ganas de comer fuera de la casa. Quiero movilizarme sin depender de otros. -Pensaba entonces. Y sí, en efecto, tener licencia le otorga a uno ciertos beneficios, pero tiene un costo mucho mayor que el mero aspecto económico de los trámites para obtener los permisos y todo lo que conlleva (dictámenes, exámenes de sangre, costos bancarios).
Dos experiencias con el sistema de transporte público fueron vinculantes para impulsarme a seguir con los requisitos para solicitar la licencia, dado que en el primer intento en el 2008 desistí luego de ganar la prueba teórica de manejo y enterarme que las citas para el examen práctico estaban agotadas desde hace varios meses. La primera se remonta a poco más de cuatro años atrás cuando viajaba en bus desde Alajuela a Grecia por la ruta 118, mejor conocida como calle vieja. Al viajar en bus uno tiene que tener presente que de una forma u otra tendrá que lidiar con pasajeros, espacio limitado y otras particularidades. Lo había comprendido, y no era problema, ya incontables veces lo había hecho y no sería novedad utilizar un día más el bus.
Continúa en: Pollitos y pollo frito: pasame una tortillita!
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